Comenzó siendo de esos días donde te preguntas ¿por qué carajos salí de mi cama? La respuesta es para entristecer a cualquiera: porque TENÍA que. Si hay algo que me desagrada es tener que hacer las cosas a huevo y no porque las quiero hacer. Y hoy, (casi) todo se sintió forzado; obligado. Por lo menos hasta la hora de la comida.
Comí a las carreras porque ya iba a tarde. ¿A dónde? A lo que sería mi terapia de hoy. Hoy no hubo ensayo de teatro; hoy fuimos a trabajar en los títeres de la obra. Fue maravilloso. Llegué al taller, dejé mis cosas y me desconecté del mundo. Molí barro durante dos horas en un metate, para después cribarlo y ponerlo en una bolsa. Dos horas. Para cuando salí, era otro. No estaba estresado ni preocupado ni desanimado.
Ahora atribuyo en repentino cambio de todo al Taller Vertical de la semana pasada. Rompió con el casi inexistente ritmo de mi vida, lo cambió y lo estoy recuperando. Poquito a poco, paso a pasito.
Ahora todo se ve mejor. La semana se empieza a componer (ya es martes). Ahora sólo queda a ayudarla a que se componga y sea una GRAN semana. Que sea igual de buena (o mejor) para ustedes. Sonrían.